Llevo días resistiéndome a publicar sobre este tema, por falta de información al principio, pero sobretodo, para no formar parte del circo mediático que se ha formado alrededor del suceso. Después de pasarme muchas horas leyendo los artículos que publicaban periódicos de todo el mundo sobre el Ecce Homo de Borja y los comentarios que dejaban algunos usuarios en ellos, creo que, después de todo, esto que ha pasado es una muestra de lo que pasa constantemente en nuestra profesión.
He escrito varias veces sobre el desconocimiento de nuestro trabajo, un desconocimiento que algunos medios se esfuerzan en aliviar con reportajes y artículos quizás demasiado centrados en la labor del conservador-restaurador en los museos. Fuera de ellos existe una legión de titulados que luchamos día tras día para salir adelante, para trabajar dignamente y para que nos dejen dedicarnos a lo que realmente nos llena y nos hace felices: nuestra vocación.
A parte de nuestro trabajo, nos acompaña una obligación moral no escrita que es la de concienciar (algunos hablan de educar) sobre lo que hacemos, lo que no hacemos, lo que es correcto y lo que no lo es. Desde mi punto de vista (y sé que es el mismo que tenemos la mayoría de nosotros) creo que es absolutamente necesario y urgente un cambio de mentalidad a todos los niveles: desde el gobierno hasta el pueblo llano pasando por la iglesia. La cultura, en general, es un derecho al que todo el mundo debería tener acceso y la preservación del patrimonio, tan rico en este país, una obligación que no siempre se cumple. La primera parte parece estar clara: todos queremos acceder a la cultura (cine, exposiciones, conciertos, etc) sino gratuitamente, a un precio razonable con nuestras posibilidades. Tenemos todo el derecho del mundo a quererlo y a tenerlo. Sin embargo, en lo que se refiere a la conservación-restauración, parece que se nos ve como una élite de sueldos altos y trabajo justo.
Tengo la sensación, a veces, de que parece que no trabajemos porque nuestra profesión es tan bonita que no puede ser un trabajo. Sí, es una profesión fantástica, para mí la mejor, pero eso es lo que se ve de nosotros. Lo que no se ve es el trabajo con productos químicos muy tóxicos a los que podemos estar expuestos horas y horas y de los que nos protegemos con máscaras de gases que duelen y te asfixian. Los andamios a los que tenemos que subirnos, la mayor parte de las veces, sin arnés y con condiciones de seguridad mínimas, que se balancean y además agradeciendo que no sean una escalera. Las horas bajo el sol que quema, el frío que se te mete en los huesos y la lluvia que te empapa en posturas imposibles que te destrozan la espalda. Todo esto aguantando que gente que no tiene ni la más mínima idea de restauración cuestione tu trabajo, te diga lo que tienes que hacer y encima te apriete las tuercas para que acabes antes y así se reduzca el presupuesto. La excepción, muy gratificante, es cuando una persona te confía esa pieza que tiene tanto valor para ella y se deja aconsejar plenamente por ti. Siempre expresando su deseo de recuperarla, pero respetando tu trabajo y en cierta forma admirando lo que haces. Esa gente existe y os aseguro que, cuando viene alguien así, compensa todo lo demás.
Quiero puntualizar también sobre un tema que ha salido en muchos de los comentarios que he leído estos días en los artículos de varios periódicos regionales y nacionales, pero en ninguno de la prensa internacional. La restauración es cara. Para empezar, lo es, pero en términos relativos. Cuando llevas el coche al mecánico o viene un fontanero a casa, nadie cuestiona el valor económico de su trabajo si está bien hecho. Mucho menos se hace cuando enfermas y acudes a un médico. Si comparamos (aunque las comparaciones son odiosas) lo que cobran por hora cada uno de ellos y lo que cobramos nosotros, ni de lejos se puede equiparar. Entonces, ¿por qué nadie discute lo que ellos demandan por su trabajo pero sí se hace con el nuestro? Muy sencillo: ellos son necesarios para seguir funcionando y nosotros somos trabajadores al servicio de la estética.
Desde que empecé mis estudios de conservación y restauración los profesores nos insistían en el paralelismo entre un médico y un conservador-restaurador. Lo cierto es que tenemos mucho más en común con ellos que la bata blanca. El proceso que seguimos con una pieza es el mismo que siguen ellos con sus pacientes. Realizan un examen exhaustivo de los síntomas, haciendo pruebas si lo consideran necesario, en función de los resultados emiten un diagnóstico y aplican un tratamiento para sanar. Nosotros hacemos exactamente lo mismo pero con un objeto material que, encima, ni habla ni se queja. Si no dejaríamos que alguien sin el título de medicina nos tratase porque podríamos empeorar o perder la vida, ¿por qué sí se acude a cualquiera para confiarle aquella pieza que tanto valor sentimental, económico o artístico tiene?. Si nuestro trabajo fuera tan sencillo, no estaríamos tres años (4 actualmente) siete horas lectivas diarias sin contar con las prácticas, preparándonos para ejercer. Entended que lo mínimo que queremos es respeto.
Finalmente, quiero romper una lanza en favor de Cecilia Giménez a la que algunos dan en llamar ya la restauradora de Borja y que según los informativos está ingresada por un comprensible ataque de ansiedad. Cuando apareció la noticia hace poco más de dos semanas en el blog del Centro de Estudios Borjanos, no me lo podía creer. En primer lugar, al principio de la historia, me parecía extremadamente extraño que hubiera actuado a escondidas tanto del capellán como del resto del pueblo. Aunque esta es la versión que se empeñan en hacernos creer, y como ella misma dijo en el telediario de TVE, «el cura lo sabía, lo sabía, claro que lo sabía» y, como es lógico, la mayoría de los vecinos la habían visto en plena faena. Personalmente, creo que la culpa no es del todo suya. La culpa también es de las autoridades eclesiásticas que ahora se esconden y se desvinculan de cualquier responsabilidad, cuando fue un miembro de su institución quien dio permiso a Cecilia para intervenir. Este caso se ha hecho público, pero en nuestro país se producen miles de casos de forma constante. La culpa la tiene el desconocimiento, la ignorancia y, en muchos casos las ganas de ahorrarse dinero poniendo en riesgo la salud de la pieza. ¿Sabéis que desde hace tiempo hay organizaciones que se dedican a repartir folletos por las iglesias de los pueblos para reconducir la forma de pensar de sus miembros respecto al patrimonio?.
Por último os dejo con una frase que dijo una persona que se atreve a criticar nuestro trabajo y a mofarse de este suceso y que refleja muy bien la ignorancia de la que os acabo de hablar:
¿Pero esto era una obra de arte o una pintura normal?
Magnífica alegación! Me uno a ella fervientemente, como restauradora de andamio que soy, que se parte la espalda para realizar su trabajo y no se ha hecho precisamente rica con él. Muchas gracias por decir lo que pensamos muchos!
Muchas gracias Cristina! La verdad es que no conozco ningún restaurador que se haya hecho rico haciendo su trabajo. Por eso consideraba necesario, dados los comentarios que he ido leyendo los últimos días, aclarar un poco todo. Me duele que, a pesar del desconocimiento, todo el mundo se crea en posición de opinar. Ya se dice que no hay mayor valiente que el ignorante que no sabe que lo es.
Un saludo afectuoso!
Felicidades Artelier! Ya era hora que los restauradores defendiéramos nuestra profesión. Todo el mundo la encuentra superbonita (desde fuera), pero no saben realmente que es lo que pasa. Y lo más curioso, para mi, es que cuando dices que eres restaurador siempre te responden – yo restauré un nosequé -. La prueba inequívoca de que todo el mundo se atreve y no respeta nuestra profesión.
Muchas gracias por difundir lo que pensamos todos los restauradores!
Muchas gracias Oriol! Es cierto lo que dices sobre lo que contesta la gente cuando les comentas que eres restaurador. Conozco un caso en particular de una chica que hizo un curso de 2 meses y se saca un extra arreglando (que NO restaurando) piezas que le lleva la gente y cobrando por ello. Esto es inaceptable. Creo que desde las organizaciones de restauradores como ARCC, Grup Tècnic o ACRE están haciendo una labor muy grande por nuestra profesión pero que aún queda mucho camino por recorrer. No es solo un problema legislativo sino de base en la sociedad. ¡Hagámonos pesados y ayudemos en todo lo que esté a nuestro alcance!
Enhorabona pel text!!!
Moltes gràcies Laia!
No soy restauradora, pero respeto muchísimo vuestra profesión, y me parece sumamente difícil y sacrificada. Después de ver todo lo que ha sucedido no puedo estar más de acuerdo contigo. Una buena señora, con toda su buena intención, se anima a «arreglar» la obra deteriorada, evidentemente, por desconocimiento, se le va la mano y sucede lo que sucede. La iglesia, el cura, todo el mundo, sabían lo que estaba haciendo, y también por desconocimiento, la dejan que siga haciéndolo en lugar de buscar un restaurador profesional. Al final, el caso se hace público, y en apenas unos días se convierte en el hazmerreir de internet y todo se desmadra, como tú has dicho, por culpa de esta ignorancia. Yo también quiero enviar mis ánimos a Cecilia, que al fin y al cabo es la que menos culpa tiene, y la que más palos se está llevando.
Muchas gracias Irene! El papel que jugamos los restauradores, además de difícil y sacrificado, es muy comprometido. Hay proyectos que se paran por un cambio de gobierno, se vuelven a reformular y, a veces, ni tan siquiera se retoman.
Cecilia es la cara visible de todo este esperpéntico circo que se ha montado. Hay gente que considera que, como la obra «no tenía valor», no merece una restauración. Toda obra artística, sea cual sea su valor, incluso si carece de él, merece ser tratada en condiciones. Nosotras no restauramos Leonardos pero los tratamos como si lo fueran. Es nuestro trabajo. La mayor culpa la tienen (en todos los casos que se dan pero que no salen a la luz) los custodios de ese patrimonio y es a ellos a los que debería informarse de lo que tienen que hacer antes de que pase algo así. Esta mujer, como bien dices, ha actuado desde su fe (porque las imágenes religiosas, si no están en buenas condiciones, pierden su utilidad) y desde el desconocimiento pero pienso que, toda la mofa que hacen algunos, es peor que si considerasen la actuación como correcta.
Totalment d’acord amb el text!
Ara, espero, hi haurà un llarg debat i haurem de seguir lluitant per millorar l’estat de la nostre professió i la del Patrimoni en general. Com se sol dir «no hay mal que por bien no venga», amb aquest cas que ha sortit a la llum esperem que millori tot plegat!
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