Cuando hablamos de Hiperrealismo, lo primero que nos viene a la cabeza son un puñado de imágenes bidimensionales que confundimos con fotografías. Pero hay una disciplina artística en la que el Hiperrealismo se hace más escalofriante, quizás por lo acostumbrados que estamos a ver obras clásicas, de formas sutiles en mármol blanco impoluto. Si hay un artista que merece una mención cuando hablamos de esta corriente artística, ese es Ron Mueck.
Este artista australiano afincado en Londres, nació en una familia de jugueteros en la que creció entre muñecos de guiñol y disfraces. Empezó su carrera profesional en el mundo del cine (sin tener ningún tipo de estudios artísticos), diseñando efectos especiales para la compañía, por todos conocida, Jim Henson hasta que se estableció por su cuenta para colaborar con la industria publicitaria. Aquí fue cuando empezó a crear figuras estremecedoramente reales, pero que estaban pensadas para ser fotografiadas desde un ángulo concreto, ocultando el resto inacabado. Ese paso, junto con el apoyo de la pintora portuguesa Paula Rego (que resulta ser su suegra), le hizo sentirse cada vez más atraído por la idea de crear figuras perfectas que pudieran ser vistas desde cualquier ángulo. Charles Saatchi, gurú del arte donde los haya, puso su ojo en la obra de Mueck y empezó a coleccionar sus piezas poniéndolo en el punto de mira del sector. Creció tanto que, cinco años después, estaba representando a su país en la Bienal de Venecia (corría el año 2001), hecho que lo lanzó al reconocimiento absoluto de su obra.
Con los avances en la ciencia de los materiales, el trabajo con siliconas y fibra de vidrio es un medio idóneo para la infinita creatividad y la perfección de las figuras. Esto le permite crear a escalas imposibles que producen un impacto sobrecogedor en el espectador. Pero sobrecogen no solo por su tamaño, más que monumental en algunos casos, sino por el nivel de detalle que tienen sus esculturas. Se pueden apreciar los poros de la piel, las arrugas, incluso los puntos negros y hasta usa pelo humano. Trabaja representando la figura humana en todos sus estadios, desde el nacimiento hasta la muerte. Su habilidad para captar la psicología de sentimientos como la soledad o la vulnerabilidad, lo coronan como uno de los artistas más importantes del siglo XXI. Dicen los afortunados que han podido observar su obra en directo, que conmueve tanto que hasta te sientes incómodo por estar invadiendo la intimidad de aquellas figuras. Y es que observándolas solo en una fotografía, parece que vayan a hablarte de un momento al otro.
Quiero señalar una obra en especial, quizás la más cruda de todas, que representa a su padre muerto, totalmente desnudo y a un tercio de su tamaño. A un tercio de su tamaño porque se consume, porque no tiene fuerza, ya no tiene vida. Y es que las escalas en sus obras son fundamentales. Monumentaliza o encoge a su gusto las figuras para golpear al espectador, como si no bastara con el detalle extraordinario que tienen.
Para terminar, quiero hacer un pequeño apunte. Recuerdo la primera vez que reparé en una escultura de mármol que se encuentra en el MNAC, titulada «Els primers freds» (los primeros fríos) de Miquel Blay. Esta pieza se enmarca en un Realismo tardío, muy próximo ya al Modernismo y al Idealismo. Expuesta en medio de la sala, rodeada de pinturas pero abandonada a su suerte, un abuelo y una niña encogidos por el frío totalmente desnudos y solos. Nunca he vuelto a ver algo parecido en directo, tan crudo, tan real, que pude sentir un escalofrío recorriendo mi columna hasta que me encogió el corazón. He experimentado muchas sensaciones en un museo, pero ésta, nunca se ha vuelto a repetir.
Y, ahora, viendo la obra de Mueck, no puedo concebir solamente con imágenes lo que podría sentir si visitara una de sus exposiciones.
Os dejo con la galería de fotografías más impactante que hemos publicado. ¡Disfrutad!