La tecnología en el mundo de la restauración nos hace las cosas más fáciles. Hace tan solo unas décadas, las cosas eran muy diferentes en nuestra profesión. Nunca hemos tenido herramientas propias, sino que debemos aprovechar aquellas de otros campos que nos resultan cómodas para el trabajo diario, desde un bisturí como el que usan los cirujanos, hasta los Rayos X. Por otro lado, la restauración va mucho más allá del arte que encontramos en los museos, como ya os explicábamos en una entrada anterior sobre la conservación de materiales de grabación del sonido. En este afán por acercar nuestro pequeño y desconocido mundo, nos hemos propuesto investigar otros campos de la profesión que a nosotras, académicamente, nos quedan lejos -y no tanto-.
Todos hemos visto alguna vez esas antiguas películas de cine mudo, de principios del siglo pasado, que son casi más una muestra documental del día a día que otra cosa. Durante muchos años, la restauración de películas fílmicas, significaba únicamente trasladarlas a un soporte digital, más estable y fácil de reproducir acorde con la tecnología actual. Es por ese motivo, que muchas de ellas nos han llegado con pequeñas motas blancas y arañazos interrumpiendo la imagen que, para algunos, son «el encanto» del cine más primitivo.
Pero pasamos por alto que esas imperfecciones es sólo lo que nosotros percibimos y que puede haberse perdido mucho más de lo que nos pensamos (lo podréis comprobar en el documental que os adjuntaremos en la segunda parte).
La gran mayoría de películas de cine mudo no han llegado a nuestros días. Debido al poco interés que despertaron posteriormente, muchos estudios de cine las abandonaron hasta su descomposición o simplemente las destruyeron. Todas aquellas cintas grabadas en la primera mitad del siglo XX, fueron registradas en un soporte extremadamente inestable e inflamable como es la Nitrocelulosa que requiere cuidados extra de almacenaje para retrasar su inevitable deterioro.

Posteriormente, empezó a usarse Acetato de celulosa en las primeras películas a color aunque es tan sensible como su predecesor: a éste le afecta el conocido como vinegar syndrome o síndrome del vinagre. Os lo explicamos: En las películas de acetato, los grupos acetilos están unidos a largas cadenas moleculares de celulosa (de ahí el nombre del compuesto). Con la exposición a la humedad, a la temperatura ambiente o los ácidos, estos grupos acetilos rompen sus enlaces con la celulosa, liberando ácido. Éste se desplaza hacia el exterior de la película provocando un característico olor a vinagre y arrasando con todo a su paso.

Las películas se retuercen sobre sí mismas, pierden elasticidad hasta quebrarse, los fotogramas se vuelven ilegibles o simplemente se convierten en polvo. Y una vez ha pasado, no hay vuelta atrás. Por eso hay que tomar conciencia de lo importante que es la preservación de estos materiales, las condiciones ideales de almacenaje y las terribles consecuencias de pasarlo por alto. Cuando el daño está hecho, no hay tratamiento en el mundo que nos devuelva esa obra maestra.
En la siguiente entrada, os hablaremos del proceso de digitalización de estas películas para que permanezcan en el tiempo y que todos podamos disfrutarlas.
alguien que me informara que se puede hcer con material de filmacion o para que se recicla