De todos es bien sabido que el arte y la política han ido cogidos de la mano a lo largo de la historia. Para bien o para mal y en un sentido bidireccional. Unos adquirieron un dominio de la imagen y la forma para seducir a las masas -no nos olvidemos de los carteles de propaganda comunista que hoy en día gozan de un simbolismo artístico-histórico inmenso- pero, ¿y el otro lado?.

Hoy, después de una intensa noche electoral y de unos no menos movidos meses «en la calle», buscando y rebuscando reacciones a los resultados en varios medios, nos hemos topado de repente, con una realidad artística fuerte e invisible a muchos ojos. El arte bulle en las calles de todo el mundo. Un arte contundente en el que la ira y la necesidad de expresarla de una forma enérgica y abierta, se mezcla con la sátira, la ironía y el simbolismo más puro. Nacen nuevos iconos que pasarán a la historia como la voz del pueblo enfurecido y, quien sabe si con el tiempo, alguien le dará un nombre para hacerle un hueco en el tiempo del arte.

Centramos la mirada en los Estados Unidos, un país que fue cuna del Pop Art -es decir, el arte popular- y que ahora le da un vuelco a su significado. Allí donde el arte contemporáneo cobra fuerza, si tenemos en cuenta que se trata de un país joven que no tiene nuestra larga tradición artística de siglos. Su arte es el ahora. Los lemas e imágenes anónimas convierten al pueblo en artista improvisado, a las ciudades en interminables galerías de arte y a la red, en portavoz de esas ideas y sentimientos. El arte es eso: expresión, inquietud, ira y sobretodo realidad.

No queremos alargarnos más, porque las imágenes hablan por sí solas. Os dejamos con una pequeña muestra de lo que hemos llamado «El arte del enfado». En este enlace, las palabras y justo a continuación, las imágenes.